martes, 22 de diciembre de 2009

El retorno del Mariscal


El 30 de noviembre de 2009 ocurrió algo magnífico. Gabriel Milito recibió el alta médica después de año y medio lesionado. Por fin, el jugador podrá saldar su deuda con el Fútbol Club Barcelona, que apostó por él a sabiendas que el Real Madrid lo había descartado años atrás por el alto riesgo de lesión de rodilla.


El central argentino supo sobreponerse al varapalo de verse rechazado por uno de los mejores clubes del mundo, el Real Madrid. Milito se esforzó por lavar la imagen que el club blanco había manchado. No sólo lo consiguió, sino que sus impecables actuaciones con la camiseta del Real Zaragoza hicieron que los galenos del club merengue quedaran en entredicho.

En la capital del Ebro Gaby Milito se erigió en líder del vestuario y héroe de la grada. Hacía tiempo que un jugador que no pertenecía a la cantera era capaz de aunar un sentimiento común de afecto hacia su persona. Además, el escenario no era cualquiera. La de La Romareda no es una afición fácil.

Cuatro temporadas a un gran nivel, con una Copa del Rey y una Supercopa en su palmarés, y un histórico 6-1 en La Romareda ante el equipo que le hizo sentir que estaba acabado con apenas 23 años. En lo personal Gaby Milito no puede tener queja alguna de la ciudad de Zaragoza, que le guarda un gran cariño por todo lo que dio por la camiseta blanquiazul.

Los zaragocistas entendieron que el destino de Milito estaba ligado a un club de mayor entidad y el Barcelona se hizo con los servicios de uno de los mejores centrales del momento. La suerte que le había acompañado en su etapa con el Real Zaragoza le fue esquiva desde su llegada a la ciudad condal. Una lesión en la rodilla izquierda, no en la que supuestamente estaba el riesgo, acabó con el progreso de Milito en el club blaugrana. Un año y medio después, Gaby tiene la posibilidad de reconducir su carrera futbolística, si Pep Guardiola le da la oportunidad.

Mi deseo, como seguidora del Real Zaragoza, es que el argentino recupere la sonrisa. Sin embargo, lo que seguramente no volverá a repetir, es la experiencia de compartir vestuario con su hermano Diego. Eso es algo que sólo Zaragoza le pudo dar.

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