
Todos recordamos al típico compañero de colegio al que le ocurrían todas las desgracias, entendiendo por éstas los balonazos en las partes más íntimas, los castigos más crueles del profesor y las bromas más pesadas de los “compañeros”. Al principio este chico intenta disimular su vergüenza e incluso él mismo es partícipe de las risas que tienen como objetivo su persona. Lo cierto es que la gracia se va agotando, como dice el dicho “lo poco gusta y lo mucho cansa”. ¿No reconocen a nadie?
Sí, seguro que acertaron, es la descripción que más se ajusta al estado de ánimo que atraviesa la afición del Atlético de Madrid. Los seguidores del “Pupas” de la Liga están cansados de sufrir. El cariñoso abuelo protagonista de la campaña del club colchonero está al borde del infarto. Todo empezó como una gracia en la primera jornada de liga cuando el Atlético abría la clasificación por la cola. “Ja, ja, ja, es para despistar” decían algunos. Lo cierto es que los rojiblancos están acostumbrados a remontar y a reírse de sus propios males. Presumen de ser socios del “Atleti”, lo que se traduce en sufridores crónicos, pero la situación actual que atraviesa el equipo empieza a ser preocupante. En siete jornadas de liga el Atlético ha sumado seis puntos, ni siquiera uno por partido. Y tras clasificarse con apuros para la Champions, van y pierden por goleada, eso sí, con el Chelsea. El pase a octavos de la Liga de Campeones está muy negro, casi tanto como la relación con la afición.
El pasado sábado, tras el empate frente al Mallorca, unos cuantos aficionados intentaron sin éxito entrar en el palco para saludar a la directiva. Allí se encontraba la persona que se ha comprometido a remontar el vuelo del equipo colchonero, Quique Sánchez Flores. En ese momento al técnico se le debieron de pasar tantas cosas por la cabeza… la más segura: ¡En la que me he metido! Pues sí Quique, pero el mundo está hecho para valientes. Y por si el trago vivido en el Calderón no le había dejado notar con claridad el aliento del Frente Atlético en su cogote, el domingo lo pudo certificar. Tal es la influencia de este grupo de aficionados que el club permitió su entrada en un entrenamiento a puerta cerrada para tener una cordial reunión con algunos jugadores, entre ellos el capitán Antonio López.
Eso sí, está bien que los jugadores recuerden de vez en cuando que hay personas que se despiertan con la ilusión de ver jugar al Atlético y se acuestan llorando por él. Sin embargo, no pueden perderse las formas. Ni patadas a las vallas, ni actos vandálicos, ni insultos a las familias, que no tienen ninguna culpa de la ineptitud o falta de actitud de los suyos. Eso tampoco tiene gracia, y menos con la cabeza tapada.
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