En todos los equipos hay un jugador especial. Aquel con el que se identifica la afición, que suele llevar el brazalete y que da la cara cuando el equipo no atraviesa su mejor momento. Sin embargo, la relación jugador-club-afición no siempre es sencilla y cuando ésta flaquea lo mejor es cambiar de aires.
Jugadores eternos hay pocos. Todos pensamos en Raúl y en algún otro caso aislado. Los futbolistas que juegan durante muchos años en un mismo club y además son de la tierra tienen una presión añadida, una cámara que los enfoca siempre a ellos. Cuando surge un problema con la afición o con algún estamento del club todo se sobredimensiona y se acaba convirtiendo en una cuestión de estado, que marca al jugador de por vida. La afición pronto tacha de traidor al jugador que siendo de la casa intenta subir sus emolumentos, como si por llevar muchos años en el equipo y proceder de la cantera tuviera el deber de jugar gratis. Eso sí, siempre hay casos, y muchos, de jugadores mercenarios, pero da la casualidad que esos no suelen ser los de casa.
Dos futbolistas veteranos de nuestra Liga, baluartes de dos equipos con solera, se encuentran en una situación delicada. Guti, diana de muchas críticas fundadas o no, parece tener serias discrepancias con Pellegrini. Tamudo, insignia del Espanyol, mantiene un tira y afloja con club y entrenador, que no invita a presagiar un buen fin. El primero ha dejado de ser convocado y el segundo está un paso de ser apartado del equipo. Un final triste para dos futbolistas que a pesar de las circunstancias a buen seguro aprecian a su club, aunque solo sea por los años que han llevado su escudo en la camiseta.
El mundo no se acaba en el Real Madrid o en el Espanyol. Ambos son jóvenes y tienen mucho fútbol en sus botas. Sería una pena que por forzar la situación acabaran saliendo por la puerta de atrás y con la afición en contra. Una retirada a tiempo y con la cabeza alta, solo ellos sabrán si la pueden mantener, no es una derrota.
Hace 3 años
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